lunes, 9 de diciembre de 2013

De San Vicente de Robres al Cogote Alto

Distancia: 9,1 km
Tiempo aprox.: 3 h 30 min
Dificultad: media


Recorrido
Perfil
Desde Murillo de Río Leza, seguimos la carretera LR-261 que, remontando el curso del río Jubera, nos lleva por el valle del mismo nombre hacia Robres del Castillo, después de atravesar Ventas Blancas y dejar a la derecha primero Lagunilla del Jubera y luego Stª Engracia de Jubera, y a la izquierda más tarde Jubera; unos 2,5 km después de Robres del Castillo sale a mano izquierda la LR-476, que tras poco más de 4,5 km nos deja en San Vicente de Robres (923 m).


Arquitectura rural en San Vicente de Robres
Ya en el núcleo urbano de San Vicente de Robres, a la altura de su iglesia, sale un camino a mano derecha. Un poste nos indica las diversas rutas de la red de senderos, para andarines y ciclistas, que recorren estos parajes, que forman parte de la Reserva de la Biosfera de La Rioja; tenemos que seguir la que indica “Las Majadillas”.

Bajamos hacia el arroyo, cruzamos un primer puentecillo y encontramos una ancha senda, con distintos indicadores. Hacia la derecha nos indica de nuevo "Las Majadillas", y por la derecha de la senda seguimos, sin cruzar un segundo puentecillo; enseguida vadeamos el arroyo para, por su margen derecha, iniciar con cierto esfuerzo la remontada del Barranco del Hayedo.


Inicio del camino remontando el Barranco del Hayedo








































A nuestra izquierda, las jaras dominan las laderas, mientras que sólo una hilera de viejos chopos crece al amparo del arroyo; pero poco más tarde, algún rebollo de escaso porte aparece en las laderas y las hayas comienzan a poblar las márgenes del barranco.


Las hayas dominan ya el barranco
La pista, hasta ahora en dirección este, cambia de dirección hacia el noreste (km 1,44), siguiendo una de las venas del arroyo, sin cruzar éste; un poste indicador nos señala “Los Molinos de Ocón”.

Seguimos subiendo hacia Las Majadillas, paraje al que llegamos por fin tras una última dura rampa; dejamos atrás una cancela y una instalación para el manejo del ganado, y llegamos a otra pista (km 2,7), que cruzamos para ascender unos 200 m por una senda entre jaras hacia otra nueva pista flanqueda por los aerogeneradores que pueblan estas alturas.

Las Majadillas; al fondo, el San Lorenzo y La Demanda, nevados

Recorremos esta pista unos 200 metros hacia la izquierda (dirección norte) para alcanzar (km 3,1) la cima del Cogote Alto (1330 m), desde la que disfrutamos de amplias vistas: hacia el norte, los valles del Leza, el Jubera y el Ebro, y al fondo las sierras de Codés y Cantabria; hacia el oeste, las sierras de los Cameros, Viejo y Nuevo, y al fondo la de La Demanda; hacia el sur, Cabimonteros; y hacia el este, las estribaciones de Sierra La Hez hacia el Valle de Ocón.

Panorámica desde Cogote Alto hacia el N (foto: Cristóbal Rodríguez Colón)
Retrocedemos sobre nuestros pasos y seguimos cómodamente por la pista de los aerogeneradores (ahora en dirección sur), que pronto recibe primero otra por el lado derecho (que sube desde Ocón) y luego otra por el izquierdo (que sube desde Las Ruedas de Ocón); seguimos de frente unos 500 m, entrando en el parque eólico de Cabimonteros, hasta llegar a un cruce de pistas. A nuestra izquierda, la cima de Cabimonteros (1389 m), con su torreta de vigilancia contra incendios forestales.

Hacia el parque eólico
Tomamos la segunda pista por la derecha (la primera discurre bajo los aerogeneradores), más ancha, entre pinos de repoblación, cruzando un paso canadiense; al poco, las dos vuelven a unirse, y enseguida continuaremos por la derecha, para cruzar la línea de los aerogeneradores.

Peñalmonte y Peña Isasa; más al fondo, el Moncayo
Unos 300 m después, cuando la pista hace un giro a la izquierda (km 6), la abandonamos por la derecha, por una abertura en el vallado que da a un claro, pronto cerrado por las jaras.

Salida de la pista
Tenemos que ir siguiendo las huellas de rodadas entre las jaras y algún enebro, siempre orientándonos hacia San Vicente de Robres, visible a lo lejos, siguiendo el cordal de las sucesivas lomas que descienden hacia el pueblo, cordal marcado por algunas zonas más aclaradas entre las jaras y por algún que otro “púlpito” de muy probable uso cinegético.


Orientándonos entre las jaras hacia San Vicente de Robres (foto: Cristóbal Rodríguez Colón)
El descenso, de algo más de 1 km, alterna tramos inclinados con otros más cómodos. A nuestra izquierda, en una ladera, avistamos el despoblado de Valtrujal.

El despoblado de Valtrujal en la hondonada; detrás, las sierras del Camero Viejo
Nos acercamos ya claramente hacia la LR-476; en una zona más llana y despejada, nos orientamos hacia una curva de herradura de la carretera y bajamos a la calzada. Tras unos 900 m por la carretera, llegamos finalmente a San Vicente de Robres (km 9,1).

San Vicente de Robres al atardecer, bajo el Alto Redondo


Ver De San Vicente de Robres al Cogote Alto en un mapa más grande. Es posible descargar de Google Maps el archivo .kml con el recorrido. Un archivo .gpx con el recorrido puede ser descargado aquí.

martes, 12 de noviembre de 2013

Sendero del Chorrón de San Marcos (Nalda)

Longitud: 12’4 km (circular)
Tiempo aprox.: 4 horas
Dificultad: media-baja
Época recomendada: primavera y otoño

Recorrido y perfil
Texto extraído del publicado en el nº 41 de la revista "Páginas de información ambiental" (el archivo de la ruta para el navegador puede ser descargado aquí).

Llegamos a Nalda desde Logroño por la N-111 y luego por la LR-440; podemos aparcar en la plaza de la Tela, o girando a la izquierda, en las cercanías de la zona deportiva.

Cruzamos la plaza de la Tela hacia la plaza de la Fuente, que dejamos a nuestra derecha, y por la calle Arrabal nos dirigimos primero hacia el cementerio, que dejamos a nuestra izquierda, y luego hacia la ermita de Nª Sª de Villavieja por el camino Montalvo, disfrutando desde sus miradores de unas preciosas vistas del pueblo y su entorno. Al llegar al primer cruce, podemos visitar el templo, que queda a nuestra derecha, o proseguir nuestra ruta por la izquierda, ascendiendo por el camino viejo de Luezas; dejamos luego a mano derecha un camino que se interna entre cultivos.
Por el camino viejo de Luezas (foto: José Ramón Alesanco)














Cuando la pista va a hacer un giro de 90o a la izquierda, para describir una profunda “V” que bordea un barranquillo, tomamos para cruzar éste una sendita de frente que nos lleva a una pequeña chopera.

Pocos metros después, salimos de nuevo a la pista y continuamos de frente. A nuestra derecha, el curso del arroyo está jalonado por altos chopos, a los que acompaña la vegetación típica de las riberas, apareciendo aquí también frutales.

El camino parece dividirse, pero ambos ramales avanzan en paralelo y nos llevan al mismo sitio. Sí debemos luego estar atentos, porque justo cuando la pista hace un giro de giro de 90o a la derecha para cruzar el barranco (km 3), nada más cruzar éste tenemos que tomar una estrecha senda que asciende por la izquierda entre boj, enebro y aladierno, remontado el barranco de San Marcos.
Subiendo hacia el Chorrón de San Marcos (foto: José Ramón Alesanco)
Unos 500 m después, desviándonos apenas unos metros del camino, podemos acercarnos al salto de agua conocido como Chorrón de San Marcos (o Cuevafría), que en verano es un remanso de verdor y frescura, y en invierno una espectacular cortina de carámbanos de hielo.
Chorrón de San Marcos; arriba, a la izquierda, el roquedo, abajo, a la derecha, vegetación que aprovecha la humedad del salto del agua (foto: José Ramón Alesanco)


Seguimos subiendo por la senda, que se hace cada vez más empinada pero nos compensa al llegar arriba con unas magníficas imágenes del valle, con la sierra de Cantabria y el Toloño al otro lado del Ebro.
Roquedo sobre el Chorrón de San Marcos
Nada más cruzar el arroyo, tomamos a la derecha una senda ancha cubierta de hierba que, en apenas 100 metros, nos conduce a los restos de la ermita de San Marcos.
Restos de la ermita de San Marcos (foto: José Ramón Alesanco)
Todo el grupo delante de la ermita (foto: José Ramón Alesanco)
El camino termina en una pista que cogemos de frente unos 50 m para llegar a otro cruce, donde nos desviamos a la derecha entrando en el pinar de laricio.
Vista desde la ermita hacia el pinar y Peñas Valderas
Pista por el pinar
Iniciamos un fuerte repecho y un poco más adelante seguimos el giro pronunciado que la pista hace hacia la izquierda, ignorando el camino que sale del vértice hacia la derecha.

Pronto nos internamos nuevamente en el bosque. En el pinar también está presente el boj, sobre todo, así como también aparecen algunos quejigos y acebos. La pista hace un pronunciado giro a la izquierda en un pequeño claro (km 6), y poco después atraviesa un cortafuegos.

Después de varias curvas, la pista se bifurca nuevamente; ahora tomamos la subida a la derecha, menos marcada, para ascender a los dólmenes.

Salimos a una especie de claro (km 8), el punto más alto del recorrido (1054 m) y avanzamos unos 100 metros a la izquierda por el cortafuegos, para terminar en lo alto de un collado, en el que además de boj encontramos algunas carrascas.
Pista y cortafuegos que trae al collado
La panorámica que se abre frente a nosotros es impresionante: hacia nuestra izquierda, Peña Bajenza, más allá el Castillo de Viguera, y al fondo Moncalvillo; hacia la derecha, los valles del Iregua y Ebro, y, más al fondo, la Sierra de Cantabria.
Vistas hacia Peña Bajenza y Moncalvillo al fondo (foto: José Ramón Alesanco)


Dolmen de Peña Guerra I
Antes de iniciar propiamente la bajada, nos adentramos en el pinar por una sendita que sale a la izquierda entre el boj, cuyo inicio está marcado con unos montoncitos de piedras, y a unos 20 m encontramos el dolmen de Peña Guerra I.

Regresamos a la loma y bajamos hacia la izquierda por el camino viejo de Trevijano. Al llegar a un cortafuegos o claro, descubrimos a la izquierda una pequeña elevación que delata el dolmen de Peña Guerra II.
Descenso hacia el dolmen Peña Guerra II
Dolmen de Peña Guerra II
Senda por el pinar

Abandonamos el cortafuegos por un camino que aparece a la derecha, frente al segundo dolmen, siguiendo el Barranco del Moro, y nos lleva en un fresco y agradable descenso por el pinar.

Pasamos luego junto a la inconfundible Peña del Fraile.
Vista desde Peña del Fraile; al otro lado del Iregua, Sorzano
Peña del Fraile (foto: José Ramón Alesanco)

Pronto llegamos frente a Peña Soto (km 10), donde podemos detenernos a admirar algunas de las decenas de parejas de buitres que anidan en sus paredes.
Peña Soto





Salimos momentáneamente del camino –que nos llevaría a una pista que describe una amplia curva que así atajamos–, para continuar por la derecha por una sendita que recorre el borde de una finca, dejando a nuestra izquierda una elevación sin cultivar.
Viñas junto al camino, con Peña Bajenza de fondo
Al acabar la senda tomamos el camino hacia la derecha, que al poco describe una marcada curva hacia la izquierda, cruzando un arroyo con una fuente. Seguimos el camino y regresamos en suave y continuo descenso hasta nuestro punto de partida.



Ver Nalda - San Marcos entero en un mapa más grande.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Valle de Tobía

Distancia: 9,8 km
Tiempo aprox.: 3h 30m
Dificultad: baja

Texto extraído de "La Rioja: Paseos por la naturaleza II - Valle de Tobía" (Gobierno de La Rioja)


Recorrido y perfil



Interior del hayedo
En la umbría del valle de Tobía se asienta uno de los hayedos más importantes de la región.

El hayedo de Tobía es un bosque singular, propio y característico de las umbrías de la Demanda.

Aquí, la humedad es algo constante, y la influencia cantábrica se traduce en forma de lluvias y nieblas a lo largo de prácticamente todo el año.

Bajo estas condiciones, el hayedo se deja acompañar por plantas que nos recuerdan ambientes más oceánicos.

La importancia botánica del lugar se refuerza con la existencia de especies faunísticas muy interesantes, como el agateador norteño (o euroasiático), pajarillo poco llamativo, de pico curvo y forma menuda, al que, si prestamos cierta atención, podremos observar, con un poco de suerte, ascendiendo por los altos y estirados fustes de las hayas a la búsqueda de insectos en los entresijos de sus troncos, y cuya población forma un núcleo completamente aislado de los cántabros y pirenaicos.


Agateador norteño (foto: Wikipedia)

Para iniciar el recorrido, partimos del pueblo de Tobía y remontamos el arroyo del mismo nombre por una pista asfaltada que asciende suavemente por el fondo del valle.

Recorridos cerca de 8,5 km, a la altura de la concurrida área recreativa de El Rajao, surge a mano derecha otra pista, que nada más comenzar la subida nos conduce a un refugio de montaña.

Junto al refugio forestal y en primavera, los prados se cubren de geranios silvestres y chiribitas que colorean de blanco y púrpura el verde yerbín.

Una vez enfilada la pista y a saliente, los helechos invaden los claros de un hayedo.


Vía de saca, entre hayas y helechos
Pista entre rebollos; en la otra vertiente, el hayedo.

Dejamos pronto una vía de saca a nuestra izquierda, que si nos apeteciera un poco más de esfuerzo nos permitiría atajar un buen tramo de pista.

El camino, en claro ascenso, se introduce por una solanera entre un manto vegetal formado por una tupida red de jóvenes rebollos, donde el ganado se mueve con dificultad.

En los taludes que caen sobre la pista observamos la diferencia existente entre roca y suelo, origen y final de un proceso que hace disponible a las plantas los elementos minerales.

La tierra es húmeda y el ambiente luminoso, lo que favorece la existencia de una flora bastante diversificada.


Vista noreste hacia Peñalba y las Peñas de Tobía (foto: Pedro Martínez Díez)
Luego de aproximadamente 1,5 km, la pista hace un giro de 180º y deja a mano derecha un camino. El rebollar madura con ejemplares más viejos y robustos. Acompañan a los robles principalmente helechos, que abundan en lugares poco sombríos.

Tras el primer barranco (km 2,6), los rebollos dejan paso al hayedo.


Jóvenes hayas (foto: Pedro Martínez Díez)
Dejando atrás el barranco, hayas y rebollos se suceden según la orientación o situación topográfica, hasta dominar claramente los hayedos al ascender por el valle.

En la otra vertiente, crecen las hayas, vigiladas en la cumbre por pinares de repoblación.


Vista de la otra vertiente, cubierta de hayas y, en lo alto, pinos silvestres
Cruzamos un segundo barranco (km 3,2), ya con la pista ascendiendo de manera más suave.

Si dirigimos nuestra mirada hacia los Pancrudos, adivinamos sobre la pista que circula por su base restos de un antiguo glaciarismo, que originó depresiones por la acción erosiva de los hielos durante la época fría de las glaciaciones. La roca sufrió fracturas y se formaron mantos de derrubios que recubrieron en parte algunas formas glaciares y áreas adyacentes. Junto a ellos, pequeños neveros se resisten a desaparecer hasta bien pasado el verano.


Vista hacia los Pancrudos; rebollos en primer término, hayas a la izquierda y pinos a la derecha
Cruzamos un tercer barranco (km 4). Después de poco más de 1 km encontramos una repoblación de pino silvestre.


Repoblación de pino silvestre (foto: Pedro Martínez Díez)
Aprovechando su frescura, algún barranco (km 5,6) aparece dominado por las hayas.


A la derecha de la pista, álamos temblones entre los pinos
Cerca ya de la cabecera atravesamos un bosquete mixto de abedules y álamos temblones, afectados en parte por una cuidada repoblación de pino silvestre. Son árboles generalmente poco frecuentes, que actúan de forma pionera, cicatrizando claros de hayedo en las proximidades de manantíos.

Sobre la pista, tapices de musgos adornan los taludes, y en pequeños charcos de agua evolucionan los oscuros renacuajos del sapo común.

Hemos llegado por fin a la cabecera del barranco.


Cabecera del arroyo Tobía (foto: Pedro Martínez Díez)
Junto al arroyo, de bajada, crecen algunas plantas herbáceas, donde son especialmente visibles las valerianas.

Camino de bajada entre hayas
El camino va siempre por el fondo del barranco, para ascender de nivel en ciertos tramos. En la otra margen, protegiéndose de la luz, medra un hayal de aspecto sombrío.

Estirada haya a la vera de la pista forestal
Tras unos 3 km de bajada, llegamos al punto donde iniciamos este recorrido.

De vuelta en el pueblo de Tobía, no dejamos de disfrutar con la contemplación de sus imponentes Peñas, al pie de las cuales destaca el llamado roble de las once, protagonista de una curiosa tradición, y con las evoluciones de los buitres leonados y otras rapaces que en las mismas anidan.


Todo el grupo en la cabecera del barranco
























Ver Valle de Tobía en un mapa más grande.

Más información puede descargarse en SENDERO POR EL ENTORNO DE TOBÍA (Nº 42 "Páginas de Información Ambiental" del Gobierno de La Rioja)

martes, 22 de octubre de 2013

Cañón del Leza

Lugar de salida y llegada: Soto en Cameros
Distancia: 9,4 km
Tiempo aprox.: 4 h.
Altura máxima: 1.165 m.
Altura mínima: 749 m.
Dificultad: media
Época: todo el año
Señalización: marcas blancas y amarillas de pequeño recorrido (PR) a lo largo de todo el trayecto (a veces difusas), y señalización vertical en los principales puntos de interés.


Recorrido y perfil
Texto elaborado a partir del contenido de las publicaciones “Garganta del Leza – La Rioja: Paseos por la naturaleza II”, “Ruta del cañón del Leza – Páginas de Información Ambiental nº 31" (puedes descargar el fichero .gpx de la ruta aquí), ambas del Gobierno de La Rioja, y “Ruta del Cañón del Leza" del Ayuntamiento de Soto en Cameros.

Esta magnífica garganta está considerada como uno de los elementos paisajísticos de mayor interés de La Rioja. Nos encontramos sobre rocas calizas del Jurásico, en las que encontramos icnitas de la Era Secundaria o Mesozoico, y nos adentramos entre grandes cortados de roca caliza, sedimentada hace 110-120 millones de años, con vertientes muy abruptas y desniveles de casi 200 m, dando vista al Cañón del río Leza.

Para acceder al Cañón, tomamos la carretera comarcal LR-250 que une Logroño y Laguna de Cameros, desviándonos hacia el pueblo de Soto en Cameros.


Típica vivienda serrana en Soto en Cameros
Dominando el núcleo urbano se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Cortijo, hacia la que deben orientarse nuestros pasos desde la plaza del pueblo, pudiendo también seguir las indicaciones de la "Ruta de los dinosaurios, yacimientos Soto 1 y 2". Desde aquí podemos contemplar unas extraordinarias vistas de Soto y sus alrededores.
Meandro del río Leza justo pasado Soto en Cameros
Desde las inmediaciones de la ermita, y dejando atrás varias eras de trilla del pueblo, buscamos las señales indicativas de los citados yacimientos y de la ruta del Cañón del Leza. Cruzamos una portilla con un estrecho paso canadiense (punto 1) y tomamos, en dirección Este, el camino de Peñalamora, que nos conducirá, a media ladera, por barranqueras y caídas extraplomadas. Ya en el mismo inicio del camino podemos asomarnos al fondo de la garganta y observar un hermoso meandro que el río ha formado.

El camino discurre por la escarpada ladera derecha del cañón y asciende lentamente entre espinos albares, rosales silvestres, aulagas y aromáticas madreselvas.


Muretes y bancales

Al atravesar la zona de bancales, que quedan a nuestra derecha flanqueando uno de los lados del sendero, es fácil imaginar el tremendo esfuerzo que tuvieron que efectuar nuestros antepasados para cultivar en zonas tan inaccesibles, lo que nos lleva también a pensar en las motivaciones que les obligaron a cultivar tales lugares.

Los bancales son estrechos y definen parcelas de reducida extensión, algunas de las cuales se encuentran reforzadas con muretes de contención; aunque no todos han logrado resistirse al desmoronamiento, ello ha permitido conservar suelos bien estructurados.

Tras su abandono, se ha iniciado un proceso de recolonización vegetal: el matorral reclama suelos que le pertenecieron, y un pastizal seco de gramíneas junto a leñosas como tomillos, espliegos y aulagas se instalan sobre perfiles generosos.

El Camero Viejo fue una zona marcada por la agricultura de subsistencia y una ganadería en muchos casos trashumante; con una intensa vida rural representada por cantidad de pueblos, algunos abandonados, y bancales hoy ya en desuso. Destaca la presencia de antiguos corrales de ovejas; son construcciones típicas, de una sola planta, fabricada en piedra, con cubierta de teja árabe.

Caminando entre estas terrazas que un día fueron campos de cultivo y de sustento de nuestros antepasados, llegamos a dos zonas con icnitas o huellas de dinosaurio, la primera a 20 min. del inicio (punto 2) y la segunda a 50 min. (punto 4). Este último yacimiento, en el solano de Peñalamora, se sitúa en un excelente mirador desde donde podemos contemplar el cañón fluvial más espectacular de La Rioja, fruto de la erosión del río Leza sobre las rocas calizas. Al otro lado del río, junto a la carretera, está el mirador del Torrejón (hay un sendero lineal de unos 2 km entre Soto y el mirador); en lo alto, aparece Trevijano.
Vista del Cañón; enfrente, el mirador del Torrejón
Este profundo tajo es el resultado de la acción erosiva del río sobre materiales con desigual resistencia. Los potentes estratos calizos, más duros, originan fuertes caídas y desniveles que se alternan con taludes margosos, formando una serie de escalones donde crecen manchones de boj. Por su parte, la erosión química del agua ha desarrollado algunos procesos de karstificación, por disolución de la roca caliza, con la formación de simas, entre las que cabe destacar la Sima del Chorrón, ampliamente conocida por espeleólogos y aficionados. Una vez dejadas atrás las huellas de Peñalamora, seguimos por el camino y a unos 570 pasos de distancia podremos desviarnos por una senda a la izquierda y acceder en un recorrido de unos 20 min. a la sima; para verla por dentro hace falta material de espeleología y experiencia.

En caso de visitar la sima, volveremos sobre nuestros pasos para retornar al sendero que nos ha traído hasta aquí y continuarlo en dirección a los corrales de Pladortes.
Vista hacia el Norte, con el Monte Laturce en segundo término y, al fondo, Codés
Todo este conjunto geológico se encuentra animado por una bulliciosa vida animal donde la fauna ornítica juega un papel primordial. Los buitres, grandes aves veleras que parecen remontarse sin esfuerzo, nidifican en la roca; por las mañanas, antes de patrullar los campos en busca de alimento, se solean en la parte superior de las paredes, que clarean por el acúmulo de excrementos. Junto a esta carroñera viven otras rapaces rupícolas como el alimoche o el cernícalo, además de cuervos, chovas, roqueros y colirrojos.

Las caídas hacia el río han sido repobladas con pino laricio en lugares ciertamente difíciles. El pinar, salpicado con algún pino silvestre, ha crecido vigoroso mezclado con quejigos aislados que dominan puntualmente. La alternancia de escarpes verticales con masas oscuras de arbolado incrementa el contraste y realza su valor paisajístico. En otoño, pequeños bandos de torcaces sobrevuelan el bosque. 

Vista del lado derecho del Cañón, con el pinar de repoblación

Durante un tramo, el camino se orienta a la umbría y discurre bajo la protección de los riscos que sirven de cobijo para el ganado. Aquí el ambiente es húmedo y la vegetación variada y tierna. Se dan olmos, avellanos, arces, fresnos, mostajos, maguillos y sanguinos, rodeados por una matriz de madreselvas.


Al rato, dejamos a nuestra izquierda el cañón y continuamos en dirección Este para remontar el arroyo de Mudarra. Cruzamos antiguos campos de cultivo en laderas pendientes pero no pronunciadas, rodeados por setos vivos o lindes arboladas con plantas generalmente espinosas como zarzamoras, rosales y majuelos. Brota buen pasto en las parcelas, estando alguna repoblada de pino silvestre. En la otra vertiente, el reverso de la gran cuesta de Peñas de Leza se cubre con carrascas y algún quejigo.
Senda por el quejigal
Entre quejigos y enebros, e incluso algunas hayas, llegamos, sin dejar el sendero, a las eras de trilla de los corrales de Playerne (punto 5). Frente a este lugar podemos ver en lo alto las ruinas de Villanueva de San Prudencio, antigua aldea de Zenzano, hoy a su vez perteneciente a Lagunilla del Jubera.

Vista desde los corrales de Playerne hacia Villanueva de San Prudencio
Encuentro de la senda con el cauce del arroyo
Adentrados nuevamente en el quejigar, bosque típico de suelos básicos, ricos en calizas o yesos, comenzamos a perder altura hasta llegar al mismo cauce del arroyo. El camino parece no tener continuidad, pero vadeamos el arroyo, retrocedemos apenas unos pasos y enseguida encontramos una senda que sube del mismo cauce; ascendemos por ella unos metros y casi inmediatamente tenemos que estar atentos para coger la senda que sale por nuestra derecha para remontar el arroyo.

Cruzamos una zona en la que se entremezclan el matorral y los juncos, ascendiendo unos metros hasta encontrar una senda más marcada que seguimos por nuestra derecha. La senda vuelve luego a cruzar el arroyo, y poco después nos encontramos a nuestra izquierda con los restos de La Tejera (punto 6), lugar donde antiguamente se fabricaban las tejas para Soto a base de barro cocido.


Encinas entre quejigos
Corrales de Zorraquín en lo alto
Ascendemos ahora en dirección Suroeste hasta salir del robledal. Dejamos a nuestra derecha los corrales de Valcárcel (punto 7). Debemos superar unos cuantos repechos subiendo hacia el pastizal, sobre el que se alzan los corrales de Zorraquín, el lugar más alto de la ruta; sin perder esta referencia, avanzamos entre aulagas, endrinos, enebros, zarzamoras y rosales silvestres.

Encontramos una fuente de agua potable (punto 8), que se conduce desde Fuente Robleda, y que manará según la época del año. Vemos ya cerca, al fondo, el collado donde se encuentran las ruinas de los corrales de Zorraquín (punto 9); llegados al collado, podemos disfrutar de unas fabulosas vistas del Camero Viejo y de tierras sorianas.

Barranco de Aído

Cruzamos la pista, dejamos los corrales a nuestra derecha y comenzamos ahora el descenso en paralelo y por encima del Barranco de Aído (o del Hayedo), siguiendo el antiguo camino de Soto a Jubera, camino que aún conserva tramos empedrados y por el que iremos a parar de nuevo a Soto, donde podremos relajarnos y descansar.


Casa indiana en Soto en Cameros





Ver Cañón del Leza en un mapa más grande