martes, 22 de octubre de 2013

Cañón del Leza

Lugar de salida y llegada: Soto en Cameros
Distancia: 9,4 km
Tiempo aprox.: 4 h.
Altura máxima: 1.165 m.
Altura mínima: 749 m.
Dificultad: media
Época: todo el año
Señalización: marcas blancas y amarillas de pequeño recorrido (PR) a lo largo de todo el trayecto (a veces difusas), y señalización vertical en los principales puntos de interés.


Recorrido y perfil
Texto elaborado a partir del contenido de las publicaciones “Garganta del Leza – La Rioja: Paseos por la naturaleza II”, “Ruta del cañón del Leza – Páginas de Información Ambiental nº 31" (puedes descargar el fichero .gpx de la ruta aquí), ambas del Gobierno de La Rioja, y “Ruta del Cañón del Leza" del Ayuntamiento de Soto en Cameros.

Esta magnífica garganta está considerada como uno de los elementos paisajísticos de mayor interés de La Rioja. Nos encontramos sobre rocas calizas del Jurásico, en las que encontramos icnitas de la Era Secundaria o Mesozoico, y nos adentramos entre grandes cortados de roca caliza, sedimentada hace 110-120 millones de años, con vertientes muy abruptas y desniveles de casi 200 m, dando vista al Cañón del río Leza.

Para acceder al Cañón, tomamos la carretera comarcal LR-250 que une Logroño y Laguna de Cameros, desviándonos hacia el pueblo de Soto en Cameros.


Típica vivienda serrana en Soto en Cameros
Dominando el núcleo urbano se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Cortijo, hacia la que deben orientarse nuestros pasos desde la plaza del pueblo, pudiendo también seguir las indicaciones de la "Ruta de los dinosaurios, yacimientos Soto 1 y 2". Desde aquí podemos contemplar unas extraordinarias vistas de Soto y sus alrededores.
Meandro del río Leza justo pasado Soto en Cameros
Desde las inmediaciones de la ermita, y dejando atrás varias eras de trilla del pueblo, buscamos las señales indicativas de los citados yacimientos y de la ruta del Cañón del Leza. Cruzamos una portilla con un estrecho paso canadiense (punto 1) y tomamos, en dirección Este, el camino de Peñalamora, que nos conducirá, a media ladera, por barranqueras y caídas extraplomadas. Ya en el mismo inicio del camino podemos asomarnos al fondo de la garganta y observar un hermoso meandro que el río ha formado.

El camino discurre por la escarpada ladera derecha del cañón y asciende lentamente entre espinos albares, rosales silvestres, aulagas y aromáticas madreselvas.


Muretes y bancales

Al atravesar la zona de bancales, que quedan a nuestra derecha flanqueando uno de los lados del sendero, es fácil imaginar el tremendo esfuerzo que tuvieron que efectuar nuestros antepasados para cultivar en zonas tan inaccesibles, lo que nos lleva también a pensar en las motivaciones que les obligaron a cultivar tales lugares.

Los bancales son estrechos y definen parcelas de reducida extensión, algunas de las cuales se encuentran reforzadas con muretes de contención; aunque no todos han logrado resistirse al desmoronamiento, ello ha permitido conservar suelos bien estructurados.

Tras su abandono, se ha iniciado un proceso de recolonización vegetal: el matorral reclama suelos que le pertenecieron, y un pastizal seco de gramíneas junto a leñosas como tomillos, espliegos y aulagas se instalan sobre perfiles generosos.

El Camero Viejo fue una zona marcada por la agricultura de subsistencia y una ganadería en muchos casos trashumante; con una intensa vida rural representada por cantidad de pueblos, algunos abandonados, y bancales hoy ya en desuso. Destaca la presencia de antiguos corrales de ovejas; son construcciones típicas, de una sola planta, fabricada en piedra, con cubierta de teja árabe.

Caminando entre estas terrazas que un día fueron campos de cultivo y de sustento de nuestros antepasados, llegamos a dos zonas con icnitas o huellas de dinosaurio, la primera a 20 min. del inicio (punto 2) y la segunda a 50 min. (punto 4). Este último yacimiento, en el solano de Peñalamora, se sitúa en un excelente mirador desde donde podemos contemplar el cañón fluvial más espectacular de La Rioja, fruto de la erosión del río Leza sobre las rocas calizas. Al otro lado del río, junto a la carretera, está el mirador del Torrejón (hay un sendero lineal de unos 2 km entre Soto y el mirador); en lo alto, aparece Trevijano.
Vista del Cañón; enfrente, el mirador del Torrejón
Este profundo tajo es el resultado de la acción erosiva del río sobre materiales con desigual resistencia. Los potentes estratos calizos, más duros, originan fuertes caídas y desniveles que se alternan con taludes margosos, formando una serie de escalones donde crecen manchones de boj. Por su parte, la erosión química del agua ha desarrollado algunos procesos de karstificación, por disolución de la roca caliza, con la formación de simas, entre las que cabe destacar la Sima del Chorrón, ampliamente conocida por espeleólogos y aficionados. Una vez dejadas atrás las huellas de Peñalamora, seguimos por el camino y a unos 570 pasos de distancia podremos desviarnos por una senda a la izquierda y acceder en un recorrido de unos 20 min. a la sima; para verla por dentro hace falta material de espeleología y experiencia.

En caso de visitar la sima, volveremos sobre nuestros pasos para retornar al sendero que nos ha traído hasta aquí y continuarlo en dirección a los corrales de Pladortes.
Vista hacia el Norte, con el Monte Laturce en segundo término y, al fondo, Codés
Todo este conjunto geológico se encuentra animado por una bulliciosa vida animal donde la fauna ornítica juega un papel primordial. Los buitres, grandes aves veleras que parecen remontarse sin esfuerzo, nidifican en la roca; por las mañanas, antes de patrullar los campos en busca de alimento, se solean en la parte superior de las paredes, que clarean por el acúmulo de excrementos. Junto a esta carroñera viven otras rapaces rupícolas como el alimoche o el cernícalo, además de cuervos, chovas, roqueros y colirrojos.

Las caídas hacia el río han sido repobladas con pino laricio en lugares ciertamente difíciles. El pinar, salpicado con algún pino silvestre, ha crecido vigoroso mezclado con quejigos aislados que dominan puntualmente. La alternancia de escarpes verticales con masas oscuras de arbolado incrementa el contraste y realza su valor paisajístico. En otoño, pequeños bandos de torcaces sobrevuelan el bosque. 

Vista del lado derecho del Cañón, con el pinar de repoblación

Durante un tramo, el camino se orienta a la umbría y discurre bajo la protección de los riscos que sirven de cobijo para el ganado. Aquí el ambiente es húmedo y la vegetación variada y tierna. Se dan olmos, avellanos, arces, fresnos, mostajos, maguillos y sanguinos, rodeados por una matriz de madreselvas.


Al rato, dejamos a nuestra izquierda el cañón y continuamos en dirección Este para remontar el arroyo de Mudarra. Cruzamos antiguos campos de cultivo en laderas pendientes pero no pronunciadas, rodeados por setos vivos o lindes arboladas con plantas generalmente espinosas como zarzamoras, rosales y majuelos. Brota buen pasto en las parcelas, estando alguna repoblada de pino silvestre. En la otra vertiente, el reverso de la gran cuesta de Peñas de Leza se cubre con carrascas y algún quejigo.
Senda por el quejigal
Entre quejigos y enebros, e incluso algunas hayas, llegamos, sin dejar el sendero, a las eras de trilla de los corrales de Playerne (punto 5). Frente a este lugar podemos ver en lo alto las ruinas de Villanueva de San Prudencio, antigua aldea de Zenzano, hoy a su vez perteneciente a Lagunilla del Jubera.

Vista desde los corrales de Playerne hacia Villanueva de San Prudencio
Encuentro de la senda con el cauce del arroyo
Adentrados nuevamente en el quejigar, bosque típico de suelos básicos, ricos en calizas o yesos, comenzamos a perder altura hasta llegar al mismo cauce del arroyo. El camino parece no tener continuidad, pero vadeamos el arroyo, retrocedemos apenas unos pasos y enseguida encontramos una senda que sube del mismo cauce; ascendemos por ella unos metros y casi inmediatamente tenemos que estar atentos para coger la senda que sale por nuestra derecha para remontar el arroyo.

Cruzamos una zona en la que se entremezclan el matorral y los juncos, ascendiendo unos metros hasta encontrar una senda más marcada que seguimos por nuestra derecha. La senda vuelve luego a cruzar el arroyo, y poco después nos encontramos a nuestra izquierda con los restos de La Tejera (punto 6), lugar donde antiguamente se fabricaban las tejas para Soto a base de barro cocido.


Encinas entre quejigos
Corrales de Zorraquín en lo alto
Ascendemos ahora en dirección Suroeste hasta salir del robledal. Dejamos a nuestra derecha los corrales de Valcárcel (punto 7). Debemos superar unos cuantos repechos subiendo hacia el pastizal, sobre el que se alzan los corrales de Zorraquín, el lugar más alto de la ruta; sin perder esta referencia, avanzamos entre aulagas, endrinos, enebros, zarzamoras y rosales silvestres.

Encontramos una fuente de agua potable (punto 8), que se conduce desde Fuente Robleda, y que manará según la época del año. Vemos ya cerca, al fondo, el collado donde se encuentran las ruinas de los corrales de Zorraquín (punto 9); llegados al collado, podemos disfrutar de unas fabulosas vistas del Camero Viejo y de tierras sorianas.

Barranco de Aído

Cruzamos la pista, dejamos los corrales a nuestra derecha y comenzamos ahora el descenso en paralelo y por encima del Barranco de Aído (o del Hayedo), siguiendo el antiguo camino de Soto a Jubera, camino que aún conserva tramos empedrados y por el que iremos a parar de nuevo a Soto, donde podremos relajarnos y descansar.


Casa indiana en Soto en Cameros





Ver Cañón del Leza en un mapa más grande

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