sábado, 2 de noviembre de 2013

Valle de Tobía

Distancia: 9,8 km
Tiempo aprox.: 3h 30m
Dificultad: baja

Texto extraído de "La Rioja: Paseos por la naturaleza II - Valle de Tobía" (Gobierno de La Rioja)


Recorrido y perfil



Interior del hayedo
En la umbría del valle de Tobía se asienta uno de los hayedos más importantes de la región.

El hayedo de Tobía es un bosque singular, propio y característico de las umbrías de la Demanda.

Aquí, la humedad es algo constante, y la influencia cantábrica se traduce en forma de lluvias y nieblas a lo largo de prácticamente todo el año.

Bajo estas condiciones, el hayedo se deja acompañar por plantas que nos recuerdan ambientes más oceánicos.

La importancia botánica del lugar se refuerza con la existencia de especies faunísticas muy interesantes, como el agateador norteño (o euroasiático), pajarillo poco llamativo, de pico curvo y forma menuda, al que, si prestamos cierta atención, podremos observar, con un poco de suerte, ascendiendo por los altos y estirados fustes de las hayas a la búsqueda de insectos en los entresijos de sus troncos, y cuya población forma un núcleo completamente aislado de los cántabros y pirenaicos.


Agateador norteño (foto: Wikipedia)

Para iniciar el recorrido, partimos del pueblo de Tobía y remontamos el arroyo del mismo nombre por una pista asfaltada que asciende suavemente por el fondo del valle.

Recorridos cerca de 8,5 km, a la altura de la concurrida área recreativa de El Rajao, surge a mano derecha otra pista, que nada más comenzar la subida nos conduce a un refugio de montaña.

Junto al refugio forestal y en primavera, los prados se cubren de geranios silvestres y chiribitas que colorean de blanco y púrpura el verde yerbín.

Una vez enfilada la pista y a saliente, los helechos invaden los claros de un hayedo.


Vía de saca, entre hayas y helechos
Pista entre rebollos; en la otra vertiente, el hayedo.

Dejamos pronto una vía de saca a nuestra izquierda, que si nos apeteciera un poco más de esfuerzo nos permitiría atajar un buen tramo de pista.

El camino, en claro ascenso, se introduce por una solanera entre un manto vegetal formado por una tupida red de jóvenes rebollos, donde el ganado se mueve con dificultad.

En los taludes que caen sobre la pista observamos la diferencia existente entre roca y suelo, origen y final de un proceso que hace disponible a las plantas los elementos minerales.

La tierra es húmeda y el ambiente luminoso, lo que favorece la existencia de una flora bastante diversificada.


Vista noreste hacia Peñalba y las Peñas de Tobía (foto: Pedro Martínez Díez)
Luego de aproximadamente 1,5 km, la pista hace un giro de 180º y deja a mano derecha un camino. El rebollar madura con ejemplares más viejos y robustos. Acompañan a los robles principalmente helechos, que abundan en lugares poco sombríos.

Tras el primer barranco (km 2,6), los rebollos dejan paso al hayedo.


Jóvenes hayas (foto: Pedro Martínez Díez)
Dejando atrás el barranco, hayas y rebollos se suceden según la orientación o situación topográfica, hasta dominar claramente los hayedos al ascender por el valle.

En la otra vertiente, crecen las hayas, vigiladas en la cumbre por pinares de repoblación.


Vista de la otra vertiente, cubierta de hayas y, en lo alto, pinos silvestres
Cruzamos un segundo barranco (km 3,2), ya con la pista ascendiendo de manera más suave.

Si dirigimos nuestra mirada hacia los Pancrudos, adivinamos sobre la pista que circula por su base restos de un antiguo glaciarismo, que originó depresiones por la acción erosiva de los hielos durante la época fría de las glaciaciones. La roca sufrió fracturas y se formaron mantos de derrubios que recubrieron en parte algunas formas glaciares y áreas adyacentes. Junto a ellos, pequeños neveros se resisten a desaparecer hasta bien pasado el verano.


Vista hacia los Pancrudos; rebollos en primer término, hayas a la izquierda y pinos a la derecha
Cruzamos un tercer barranco (km 4). Después de poco más de 1 km encontramos una repoblación de pino silvestre.


Repoblación de pino silvestre (foto: Pedro Martínez Díez)
Aprovechando su frescura, algún barranco (km 5,6) aparece dominado por las hayas.


A la derecha de la pista, álamos temblones entre los pinos
Cerca ya de la cabecera atravesamos un bosquete mixto de abedules y álamos temblones, afectados en parte por una cuidada repoblación de pino silvestre. Son árboles generalmente poco frecuentes, que actúan de forma pionera, cicatrizando claros de hayedo en las proximidades de manantíos.

Sobre la pista, tapices de musgos adornan los taludes, y en pequeños charcos de agua evolucionan los oscuros renacuajos del sapo común.

Hemos llegado por fin a la cabecera del barranco.


Cabecera del arroyo Tobía (foto: Pedro Martínez Díez)
Junto al arroyo, de bajada, crecen algunas plantas herbáceas, donde son especialmente visibles las valerianas.

Camino de bajada entre hayas
El camino va siempre por el fondo del barranco, para ascender de nivel en ciertos tramos. En la otra margen, protegiéndose de la luz, medra un hayal de aspecto sombrío.

Estirada haya a la vera de la pista forestal
Tras unos 3 km de bajada, llegamos al punto donde iniciamos este recorrido.

De vuelta en el pueblo de Tobía, no dejamos de disfrutar con la contemplación de sus imponentes Peñas, al pie de las cuales destaca el llamado roble de las once, protagonista de una curiosa tradición, y con las evoluciones de los buitres leonados y otras rapaces que en las mismas anidan.


Todo el grupo en la cabecera del barranco
























Ver Valle de Tobía en un mapa más grande.

Más información puede descargarse en SENDERO POR EL ENTORNO DE TOBÍA (Nº 42 "Páginas de Información Ambiental" del Gobierno de La Rioja)

1 comentario:

  1. Bonita excursión y mejor explicación, sin haberlo buscado me ha salido un pareado!!!.....Gracias Ricard.

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